Un vino sugerente y muy agradable, con cierta untuosidad y todo lo que se puede pedir a un verdejo en cuanto a frescor, buena acidez, aromas herbáceos y florales, y el característico toque amargoso. Un vino que, llevando el nombre del padre de una de las copropietarias de la bodega, no se desmarca en absoluto ni de la línea de blancos de calidad de Rueda, ni de la propia de la bodega. En definitiva, un verdejo más que recomendable.